Moción para las internacionales psicoanalíticas

 El mando al goce produce dos opciones: la negación psicótica de la japonización y la asexualidad, o la salida positiva y no pesimista (del todo), del doblemente reprimido neurótico. Ahora, imprevistamente, esto ha producido un sadismo o una renegación (hipotética, al menos) doble: ya no el sadismo de solo la masoginia masculina, sino de la misoginia del sadismo del otro sexo (incluido el sexo masculino como ese otro sexo misógino). Irigaray no vence a Lacan, sino que es mejor: vence a Derrida. Es decir, no hay solo significante amo, sino significante amo otro. Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del otro sexo (tercero) diseminando enfermedades venéreas e incluso el SIDA entre el otro sexo (no del sexo opuesto, sino del otro que no eres tú). ¿Es una carta barata? He sido violado, y no puedo ni siquiera hablar de política de sexo. He sido violado como un criminal de alta seguridad en una celda de confinamiento solitario en el no-Chapuí de Costa Rica. Me han atravesado el ano sin esfínter de un chuzo eléctrico, en lugar del electroshock. He sido masturbado en mis sueños por mis novias. He sido burlado de haber abortado junto con mi pareja de años, para al final darme cuenta de que no era mi hijo o mi hija destrozado en pedazos en el aborto. He buscado el amor porque no puedo tener sexo sin amor. Nunca he tocado a una mujer sin su consentimiento. No puedo tener sexo sin amor. Juro en mi nombre, como un bastardo pero no como un huérfano nunca, que no me queda otra opción que la asexualidad. ¿No es el otro sexo, y no el sexo del Yo, lo que estaría en juego, del mismo modo que el Yo es un Gran Otro del otro o incluso del Yo? ¿Pero no es esta la opción de la negación misma? ¿No hemos olvidado que el Yo es un Gran Otro? ¿Que el Gran Otro es otro sexo? ¿Que el Yo castra también a este Gran Otro/otro? ¿Cuándo, por amor a cristo podremos volver al principio de realidad? ¡Maldita posmodernidad! ¡Maldito irracionalismo! Vi a mis amigos ser acusados de violación por mis parejas, vi a mis amigos ser cercenados de sus penes, vi a mis amigos tener enfermedades venéreas o SIDA, y aún así, me han ¿tracionado? No es mi lenguaje. No busco traidores. Pero les juro como un secreto, que todos le creen a mi acosadora, a mi abusadora sexual, traicionando el siglo mismo del feminismo, el siglo mismo de la teoría queer (la teoría más alta del sujeto), el siglo mismo de la psicopolítica. ¿Quién diría que el mando al goce, y la financiarización del consumo vencerían, y convertirían al otro sexo en misoginia? ¿Quién diría, como si no lo supiéramos, que la tercera ola se convertiría en pornografía viviente pura? Candid porn, hermanas, padrastros. Todos lo sabemos. El cinismo es arrollador. ¿Quién podrá detenerlo? ¿Quién, por espantoso que sea, podrá detener este cinismo, si incluso la ternura del poliamor se convirtió en un caldo de cultivo de enfermedades venéreas? No existe solo el sexo del Yo, como un fetichismo del otro, por ejemplo, en la concepción del sexo como coito nada más, y no como sus tres formas: el sexo como coito, el sexo como sublimación/instinto del sexo (la reproducción sexual del matrimonio o en general, la sublimación del sexo a través del arte, etc) y por último, el sexo como fetiche perverso (la pornografía, por ejemplo). El sexo coital tiene objeto, pero esto sería perverso si no lo vemos como un otro sexo. El sexo sublimado o instintual, también, solo que sin objeto (de nuevo: lo cual es fetichista). Y por último, el sexo como fetiche, donde tampoco hay objeto, pero irónciamente, es el sexo como objeto y no como sujeto. Es decir, no hay sujeto, más bien, pero está convertido el sujeto mismo en el objeto del fetiche (la actriz o el actor porno). Esta seria la solución tentativa del problema del concepto de sexo en Freud mismo. Por último, la articulación de las estructuras neurótica, psicótica y perversa las cuales compartimos todos por ser estructuras en vez de cuadros: el neurótico que sublima el sexo, tiene un lado común con el fetichismo. El perverso que por imponer su deseo (y no demanda) frente al principio de realidad, terminando por empoderar al principio de realidad sobre sí mismo masoquistamente, es el lado común del psicótico con el neurótico. Y el perverso al desplazar hacia el síntoma en su “exterioridad” a través de la sustitución o el frenesí de sustitución y desplazamiento continuo de falos y objetos a, es el lazo común con el neurótico por la moción reprimida, al respecto de la cual se desplaza ese frenesí fetichista. Entonces el lazo común de todos con el neurótico, es precisamente, el lazo común de la represión general, en vez de la represión neurótica. Por lo tanto, esto significa que el falo y el objeto a son diferentes porque el falo produce placer o satisfacción de la pulsión, y el objeto a además de ser inalcanzable, es subjetivo, a diferencia de la cosa o das ding que puede serlo y/o no. El neurótico tiene claro qué es falo y que es objeto a, aunque objeto a subjetivizado (más claro aún que Lacan), el psicótico no tiene falo porque no tiene demanda, sino solo deseo, es decir, solo objeto a, y el perverso tiene solamente falos sin límite alguno (violando lo que es el falo mismo, es decir, hasta la satisfacción misma), sin objetos a, pero confundiéndolos por objetos a y falo del modo inverso: es decir, todo lo satisface sin discriminación, pero como objeto, es decir, como deseo y no demanda simultáneamente (el redoble mismo). Esto quiere decir, que el otro sexo es el otro significante faltante además del rasgo unario, la zona erógena y los objetos parciales. El otro sexo y el Yo. Que significa, no una relación dual ni imaginaria, porque es la posibilidad de su sustitución simbólica a través de la falta de figura de transferencia en el autoerotismo. Es decir, es Levi Strauss: las articulaciones clasificatorias y sustitutivas o de valor (Saussure), y no de juegos ni reglas, que sustituyen como significantes al sujeto total. Es decir, que no hay solo articulaciones, como ya dijimos, de rasgo unario, objeto parcial y zona erógena, sino de posiciones imaginarias y simbólicas tanto de enunciado, como de acto fallido o, lo que se conoce, como fantasía en las transferencias. Si hay solo familia, y no relaciones de parentesco y de filiación en general (que son también familia, claro), entonces no podría haber no solo transferencia, sino que tampoco podría existir lo simbólico. Si hay solo familia y dualidad padre y madre, para la articulación misma de este Yo y otro sexo, es decir, solo imaginario, aunque haya transferencia imaginaria (que la hay), no existíría lo social y no existiría lo simbólico. Lo simbólico no necesita de mi presencia ni mi nacimiento, sino que el Yo es testigo de su propia sustitución con respecto al no-nacimiento de sí mismo como no-realizado. Entonces, además de la ausencia del padre en la frustración con respecto a la madre real, la ausencia del padre es llenada por el extraño: exogamia (o en otrs términos: el padre ausente en el autoerotismo como fondo, y el extraño como margen). Los esquemas de Levi Strauss pueden ser pedagógicos e ilustrativos, precisamente por ser esquemas de cinco tipos de relaciones de filiación y parentesco, que buscan sistematizar precisamente la sustitución y desplazamiento, la condensación y valor sustitutivo o diferencial significante, entre sujetos totales.

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