El secreto de los esenios descubierto al fin por alguien no-iniciado nunca en el esoterismo


Los esenios no son criminales. Los esenios en general realizaron su propia tentativa de humanidad: la división cenobita de los sexos, para un retorno milenario que estamos viviendo hoy en día a través de las normas mismas del catolicismo, por ejemplo, o los evangélicos, porqué no: el retorno de las mujeres a la vida sacerdotal. Los esenios son el grupo más importante en la historia del judaísmo y el cristianismo. ¿Porqué? Porque son quienes establecen, como las tribus de Israel en su totalidad, la co-existencia de la poligamia y la monogamia, nunca la exclusión de una u otra, tal y como era en estos tiempos terriblemente exogámicos. El reverso de Levitico y el samaritano: no un personaje secundario, sino un extra, que es signo maná de todos los mitos. La tentativa de humanidad que fue la salida de la “animalidad”, llegó a su cúspide en el mismo período de la revolución urbana, es decir, en la época de los profetas orales, que por definición, es la misma de Hermes Trimegístico, no la deidad, ni la fusión de deidades, sino el Hermes de los textos documentales y archivísticos históricos. Esto significa que la animalidad y el salvajismo, así como el salvajismo y la barbarie (términos obsoletos en el evolucionismo darwinista multilateral de Stewart más contemporáneo), son todos el proceso de la revolución urbana y rural, como un proceso de diferenciación (no solo de clases), precondición de tan siquiera cualquier neolítico. ¿Por lo crudo y lo cocido? No: por lo no-nato y el nacimiento, además de Pangea (como metáfora abierta a múltiples formulaciones de acuerdo a la unidad de la biología y la geología, por primera vez en la historia de ambas ramas).  Hermes habla desde la altura del campo o la ciudad, cuando el campo y la ciudad no tenían ni siquiera nombre: cúmulos de excedente agrícola y comercial, en una red de monasterios o arquitectura pre-romanesca (para hablar del clasicismo antiguo), es decir, monasterios, aislamientos y encierros no-seculares cenobitas. Y lo que debe haber visto a lo lejos, es precisamente la rueda y el carruaje animales y humanos mismos. Nada de esoterismo, simplemente ciencia. Nada de la kábala, simplemente ciencia. Nada de ¿alquimia? Tampoco: solamente ciencia. Newton era alquimista, en diálogo con otros alquimistas de la época. De ahí que su secreto no era para nada secreto, sino ciencia “normal”. Pero sin cruzar jamás el límite de la pseudociencia. Los esenios, por duro que sea decirlo, son inocentes, como los Roma, como los palestinos, o como los nórdicos (que no son lo mismo que arios-semitas). Ellos lucharon arduamente por la salida de la cultura que permitiera la salida de la animalidad. Estoy seguro que en todos los templos ticos y mundiales, la exégesis no-estricta e historiográfica, puede y podrá dar cuenta de la realidad histórica de estas figuras éticas y dármicas. ¿Quién más ha realizado viajes a Egipto para intentar unir lo desunido después del colapso de la era de Bronce? Quién no, diría yo. Incluido el africano del Maghreb llamado San Agustín. Los esenios, así como los africanos, así como los celtas, etc, no tenían necesidad del holocausto. ¿Será el holocausto el problema misma amerindio o mediterráneo, como secuela y no causa precisamente de este cisma? Evidentemente sí. El problema no es la tribu, el problema es la banda y el clan de la familia animal. ¿Qué necesidad tenían? Simplemente llamarse a sí mismos semi-dioses y profetas, dioses o diablos, politeísmo, no-teísmo, monoteísmo, sacrilegios y virtud, etc, con tal de tener algún tipo de democracia primitiva (e.j.: el abogado del diablo como posición oficial en el Vaticano), o más exactamente: soportar el peso de la esclavitud eurocéntrica (eurocéntrica por tener como epicentro Europa antigua). No se trató en ningún modo de molestar ni ser baratamente nietzscheano o baratamente dionisiaco: se trataba de Dionisio mismo como figura pagana, de la que surgen todas las mitologías: es decir, de la botánica, la jardinería y la agricultura. Los esenios desarrollaron, una división de los sexos, tal y como las tribus de Israel en su totalidad, simplemente escribían con el tiempo al revés, como lo sabemos desde hace aproximadamente dos décadas a través de la arqueología y la paleontología (tesis expuesta de primero en la historia, por Friedrich Engels en el texto anexo a La Marca –habrá que decir de ahora en adelante, cuando también falte ese texto y no-); arqueología y paleontología que separan por restos de cultura material o restos óseos, pero que al mismo tiempo, comparten las huellas o los fragmentos de barro o piedra, sus utilizaciones técnicas y científicas, etc. Esta estrategia los llevó a la iglesia ortodoxa del este, al islam, al cristianismo y al judaísmo. Persia salvó al subcontinente asiático de tener esta problemática solución entre sus manos, pero no más que inocente. Lo mismo el Moghul, y lo mismo el Mekong. Antropológicamente: el problema fue el excedente mismo. Culpa de la cultura, y no de la naturaleza humana. No el excedente agrícola solamente, que es imposible de decir que no es un salto productivo. El excedente en general, de cualquier economía de regalo: circula de acuerdo a rituales de agradecimiento por el logro de hechos y hazañas (totems: acciones, plantas, caminos, materiales, etc) o sistemas clasificatorios, en vez de míticos (lo cual podría separar al bricolage, con respecto al giro lingüístico), absurdas para nosotros los civilizados, pero reales (e.j.: las piedras hawaianas del rey Kamehammeha, o las peleas en barro de los reyes nórdicos, a quienes no les importaba en absoluto el poder ni la realeza, para ser reyes: es decir, que nombraban a sus reyes por simples peleas de barro). Era la época de los textos de Hermes el histórico, y no el místico. Cualquiera los puede encontrar en la red, así como todo esto que digo. No son textos secretos, ni exégesis: sino inferencias lógicas normales de cualquier etnólogo o historiográfico pobre. Es la época del camino romano. Es decir, del camino real, y no el asfaltado (McLuhan). El camino real y la rueda vinieron jalados por animales como el león, el halcón y el ser humano. Visión oral para Ezequiel, y visión más que real en su carne real del mundo real de la vida real de donde pasó real la Odisea de Homero, para Hermes. No hay testigo para el mito, ni tampoco para el totem; o más exactamente: nunca hay testigo para el mito, en cambio para el totem no existe testigo, y luego aparece uno: el nacimiento. Lo crudo y lo cocido es demasiado etnocéntrico, en términos ya no lingüísticos, sino de linajes y segmentos, de localidad y linealidad, etc (es decir: el parentesco, y no la filiación). ¿No será posible que todas estas figuras hayan realizado uno y el mismo viaje, a lo largo y ancho de una estrategia de división sexual realizada por los esenios mismos? ¿No será lo mismo para el Shinto donde al parecer habrá migrado también la misma figura ética de Jesús en Japón? ¿No será que ni siquiera eran el mismo hombre o mujer, sino simplemente sus propios emisarios, en una empresa heroica y épica como ninguna otra, como la que estamos atestiguando apenas sobreviviendo hasta hoy y en paz (con respecto a una guerra mundial imposible e insoportable), entendiendo hoy como un único día, y una única noche estrellada de la humanidad y de la especie?

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