Nueva Derecha III: prólogo de Dominique Venner




Tal y como Benoist, otro miembro de la nueva ultra-derecha, impulsa la política de identidad y entender los procesos históricos alrededor de la identidad. Es evidente que es parte del psicologismo dominante en la posmodernidad. Es anti-económico también como Benoist, denigrando el mercado y la economía, así como cualquier forma de pragmatismo o utilitarismo. Lo que defiende es más bien el espíritu y el valor, en una especie de relación espíritu-mundo muy similar a la de conservadores revolucionarios nazis. Más allá del prólogo, a lo interno del libro, los miembros del movimiento se llaman a sí mismos "militantes identitarios". Encuentro problemático este psicologismo, y por eso encuentro problemático todo el rollo de los afectos, así como las toneladas de ciencias sociales que se hacen alrededor del concepto de identidad, y que ahora se ha volcado hacia los afectos. También creo que este psicologismo (tanto de la identidad como de los afectos) vuelve las discusiones políticas en temas de responsabilidad o ética individual, y no en temas que deben ser explicados por la descripción de la sociedad o la historia; se tornan en temas de sentido o significado, y no en temas de analizar procesos de trabajo, procesos prácticos o procesos tan siquiera sociales e históricos. Pero parte de este giro identitario y psicologista, es que esto es una especie de metarelato o discurso de verdad, y solo el autocuidado, la gestión de afectos y demás procesos psicologistas e identitarios, son los que pueden lidiar con los problemas colectivos que viven los sujetos.

Es muy interesante la ausencia de desarrollo o argumentaciones que fundamenten sus afirmaciones. El autor afirma sin desarrollar o argumentar por el fondo, sino que asume que sus afirmaciones son correctas. Por ejemplo, que en verdad hay una relación espíritu-mundo que liga la identidad a la comunidad, la religión y el territorio bajo el concepto de civilización. Esto va en contra de la ciencia antropológica, en contra de las ciencias biológicas, y en contra de toda la antigüedad clásica que el mismo autor invoca: no hay etnias divididas por religión y por civilización, sino que las religiones atraviesan etnias, comundiades e identidades colectivas e individuales de distintos grupos étnicos. Del mismo modo que no existe genéticamente la raza, ni una correspondencia entre etnias y genes, del mismo modo tampoco existe alrededor del lenguaje, de la religión o de los signos identitarios mismos. El autor invoca por ejemplo los lenguajes indo-europeos, pero desde el análisis indo-europeo, los 'arios' son una familia semita, mientras que los nórdicos, anglosajones y demás, provienen de los germanos y estos de los eslavos, pero lingüísticamente, no biológicamente. Quien hiciera la correspondencia entre la evolución indo-europea y la genética, estaría cometiendo o un error, o mintiendo de modo pseudocientífico. Antropológicamente no tiene ningún sentido la división en civilizaciones religiosas, ya que existen desde judeocristianos africanos, hasta anglosajones musulmanes, etc. En términos teológicos, la nueva derecha impulsa el sectarismo religioso, y no la vocación de conversión y de universalidad: es decir, renuncian al hecho de que sus religiones sean para todxs, y más bien recalcan que es para sectores minoritarios. Por último, también es interesante que se posicione al modo del anticolonialismo: es una cooptación del discurso anticolonial, pero a través de teorías falsas como la homogenización de las 'piscinas genéticas', cuando en realidad el racismo y el etnocentrismo busca una genética homogénea y pura sin influencias externas. Este fascismo se posiciona como débil y como víctima, del mismo modo que se posiciona como sectario y particularista, en vez de ser universal y una forma de conversión de toda la población.

Nunca en la antigüedad se ha planteado un racismo basado en una división en civilizaciones, o una división donde se correspondan religión, etnia e identidad comunitaria e individual. En esto también la nueva derecha diverge mucho del libertarianismo, que se fundamenta en el individualismo metodológico. Es una facción distinta. En todo caso, nunca en la antigüedad fue necesario plantear una especie de conflicto entre civilizaciones, excepto en la modernidad que se produce el primer sistema-mundo con el capitalismo. Antes no hay una civilización que domine a las otras exactamente, sino que co-existen y comercian cultural y naturalmente, volviendo difusas las divisiones religiosas, étnicas, identitarias, etc. Pero además, no se plantean en términos de genocidio. Esto no es un fenómeno antiguo o antiquísimo que se viene a infiltrar en la modernidad, sino al contrario, un fenómeno moderno. Otro ejemplo de esto es que en las teorías de espíritu-mundo de Spengler y demás conservadores revolucionarios nazis, el espíritu-mundo y la relación entre el mito y el mundo, son parte de todas las religiones, de todas las mitologías, y de todos los pueblos. Es decir, el espíritu-mundo es un fenómeno universal, y el problema principal de Spengler y demás, la verdadera decadencia de la especie y la civilización, está en resolver el problema del imperio o, en otros términos, el problema de la globalización y la coordinación entre todas esas civilizaciones, que nunca antes habían estado ninguna por encima de la otra, y que no vivían en un sistema-mundo único que las envolviera a todas, etc. Dominique Venner, en cambio, plantea una lucha de civilizaciones que nunca existió en la antigüedad, y que en la modernidad se caracteriza más bien por lo contrario: por la primera vez que existe un sistema-mundo capitalista que unifique las regiones y las etnias. Es decir, se podría argumentr que Venner está en oposición a la solución del problema del imperio de Spengler, y se encuentra en las antípodas del ordoliberalismo de Schmitt y demás, del mismo modo que Venner está en contra de una solución económica, y más bien el schmittianismo está en una posición fundante del ordoliberalismo, de un orden económico que permita dejar de lado la política, etc. Venner no. Venner busca el redoble de lo político por encima de lo económico, y por lo tanto, de los valores.

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